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Pistas para lograr que nuestra catequesis sea realmente de iniciación.
I. Naturaleza de la iniciación cristiana |
El término iniciación designa, etimológicamente, la introducción de una persona en un determinado grupo humano, asociación o religión e indica el conjunto de enseñanzas y de ritos encaminados a producir un cambio radical en la persona iniciada.
Representa un proceso de aprendizaje, de asimilación y adquisición progresiva de una doctrina o de una práctica determinada, de unas creencias y valores o de unas costumbres y comportamientos nuevos. Es un aprendizaje, en definitiva, que afecta a toda la persona y supone una renovación profunda de su ser.
La iniciación cristiana, teniendo puntos de contacto con las formas iniciáticas comunes, es, sin embargo, un fenómeno singular de naturaleza diferente. Su originalidad esencial "consiste en que Dios tiene la iniciativa y la primacía en la transformación interior de la persona y en su integración en la Iglesia, haciéndole partícipe de la muerte y resurrección de Cristo".
Por iniciación cristiana, pues, ha de entenderse la incorporación del candidato, mediante los tres sacramentos de iniciación, en el misterio de Cristo, muerto y resucitado, y en la comunidad de la Iglesia, sacramento de salvación.
De tal modo que el iniciado, profundamente transformado e introducido en la nueva condición de vida, muere al pecado y comienza una nueva existencia hacia su plena, realización. Esta inserción y transformación radical, llevada a cabo dentro del ámbito de fe de la comunidad eclesial, donde ha de integrarse la respuesta de fe del candidato, exige, por lo mismo, un proceso gradual o itinerario catequístico que ayude madurar en la fe. 1
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