Mons. Manuel Ureña: El viernes de la semana que acaba de expirar, día 29 de junio, celebramos en la Iglesia la solemnidad de los Apóstoles San Pedro y San Pablo.
La Iglesia es una y universal. Pero, al mismo tiempo, se realiza en la pluralidad de las culturas y en la singularidad de cada uno de los pueblos.
Pues bien, en cuanto una y universal, la Iglesia es representada y servida por el Apóstol Pedro. Como dice sabiamente San Agustín, Pedro fue el único que representó la totalidad de la Iglesia. Por ello, en cuanto que él solo representaba en su persona la totalidad de la Iglesia, pudo escuchar estas palabras del Señor: "Te daré las llaves del reino de los cielos"… De ahí la excelencia de la persona de Pedro sobre los demás apóstoles.
Pero, en cuanto plural y singular, la Iglesia es representada por todos y por cada uno de los miembros del Colegio Apostólico, entre los que se encuentran Pedro y Pablo. De ahí que el Señor diga en otro lugar a todos los apóstoles por labios de Juan: "Recibid el Espíritu Santo". Y, a continuación: "A quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos".
Esto supuesto, concluye San Agustín: "No es que Pedro fuera el único que tenía el encargo de apacentar las ovejas del Señor; es que Cristo, en el mismo hecho de referirse a uno solo, quiso significar la unidad de la Iglesia; y, si se dirigía a Pedro con preferencia a los demás, era porque Pedro gozaba de la condición de ser el primero entre los apóstoles", habida cuenta de la genuidad del ministerio recibido.
Por esta razón, Pablo sube dos veces a Jerusalén para visitar a Pedro y a los apóstoles que estaban junto a él, para exponerles la doctrina que él predicaba, no fuera que estuviese haciendo camino en vano, y para recibir de sus labios las correcciones fraternas que fueran necesarias (cf Gal 1, 15. 2, 10) y las instrucciones oportunas para el recto ejercicio del ministerio apostólico.
Pues bien, el colegio apostólico, presidido por Pedro, es sucedido por el colegio episcopal, presidido por el Papa.
Tanto es así, que el ministerio de Pedro se actualiza a lo largo de la historia en el ministerio del Papa. Y el ministerio de los apóstoles cobra realidad en el ministerio de los obispos válidamente ordenados y en comunión con el sucesor de Pedro.
Así las cosas, la Iglesia de Cristo lo es verdaderamente cuando las llaves del reino de los cielos entregadas por el Señor a su esposa mística, la Iglesia, están en posesión de Pedro (el Papa), que representa la totalidad de la Iglesia, y en manos de los apóstoles (los obispos), que representan la singularidad de la Iglesia una y universal, y que se encuentran siempre en la situación objetiva de "cum Petro et sub Petro, cum Papa et sub Papa".
Ahora bien, para cumplir su ministerio de custodio de la totalidad de la Iglesia, de su unidad y universalidad, el Papa, que sucede a Pedro, necesita medios. Estos medios son instituciones, como es el caso de la Santa Sede. Estos medios son personas. Y estos medios son, así mismo, de índole económica. Por eso, cuando Pablo sube por segunda vez a Jerusalén para entrevistarse con Pedro, con Santiago y con Juan, tenidos allí como columnas, éstos, reconociendo a Pablo el don con que el Espíritu le había bendecido, le dieron la mano a él y a Bernabé, y sólo les pidieron una cosa: "que se acordaran de sus pobres", lo que fue tomado muy a pecho por Pablo (cf Gal 2, 9-10).
Con sobradas razones la Iglesia ha establecido la norma de destinar todos los años una de las colectas imperadas al sostenimiento del ministerio petrino, intrínsecamente necesario en la Iglesia.
Tal colecta, conocida en todo el orbe como "Óbolo de San Pedro", se celebra anualmente el día 29 de junio, solemnidad de los Apóstoles San Pedro y San Pablo. Sin embargo, este año, por razones obvias, pues el día mentado es ferial, he creído oportuno trasladar la colecta por el Papa a hoy, domingo, 1 de julio.
Así pues, dispongo que la limosna que los fieles cristianos entreguemos hoy a la Iglesia en la celebración de la Eucaristía dominical sea enviada al Santo Padre para contribuir al sostenimiento del ministerio petrino, cuya esencia consiste en curar y procurar por la comunión de la Iglesia en torno a la misma y única fe. Amemos al Santo Padre. Ayudémosle a cumplir su misión.
Él es un elemento esencial de la Iglesia universal y, por tanto, un elemento también esencial de todas y de cada una de las Iglesias particulares, pues en éstas acontece, se concreta y se hace visible la Iglesia universal.
† Manuel Ureña
Arzobispo de Zaragoza
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