DOMINGO
24 DEL AÑO (B)
“para vos, ¿quién soy yo?”
Liturgia:
Isaías 50, 5-10; Santiago 2, 14-18;
Marcos 8,27-35
Marcos 8,27-35
Introducción:
Al reconocer a Jesús como el Hijo de Dios y asumir
que él hace todo bien hecho (la semana pasada) al igual que Dios y que con su
acción él está realizando y actualizando la creación, dando un sentido nuevo y enderezando
el rumbo de nuestra vida, somos llamados a salir de una simple afirmación para
entrar en la experiencia de vida. Este domingo somos llamados a reconocer y a
profesar la fe en Jesús desde lo que sentimos, vivenciamos y experienciamos
estando en su compañía.
La pregunta fundamental será ¿quién soy para
ustedes? A esa altura ya no tiene sentido una respuesta retirada del catecismo
o una respuesta dada por la catequista. Más de seis meses estamos en su
compañía, encontrándonos con él domingo tras domingo. Lo conocemos, sabemos de
su poder, de amor, su misericordia y de todo su afecto hacia cada uno de
nosotros.
Para responder a esa pregunta tenemos que buscar la
respuesta en nuestro corazón, no en la consciencia.
Cómo siempre lo hacemos, escucharemos un cuento para
ayudarnos a pensar cosas de nuestra vida que serán iluminadas por la Palabra de
Dios. El cuento de hoy se llama: “EL HIJO”.
Un hombre rico y su hijo tenían gran pasión por el arte. Tenían
de todo en su colección; desde Rafael hasta Picasso. Muy a menudo, se sentaban
juntos a admirar las grandes obras de arte. Desgraciadamente, el hijo fue
a la guerra.
Fue muy valiente y murió en la batalla mientras rescataba a otro
soldado. El padre recibió la noticia y sufrió profundamente la muerte de su
único hijo.
Un mes más tarde, justo antes de la Navidad, alguien tocó a
la puerta. Un joven con un gran paquete en sus manos dijo al padre: Señor,
usted no me conoce, pero yo soy el soldado por quien su hijo dio la vida.
Él salvó muchas vidas ese día, me estaba llevando a un lugar seguro
cuando una bala le atravesó el pecho, muriendo así instantáneamente.
Él hablaba muy a menudo de usted y de su amor por el arte.
El muchacho extendió los brazos para entregar el paquete: "Yo sé
que esto no es mucho. Yo no soy un gran artista, pero creo que a su hijo le
hubiera gustado que usted recibiera esto."
El padre abrió el paquete. Era un retrato de su hijo, pintado por el
joven soldado. Él contempló con profunda admiración la manera en que el soldado
había capturado la personalidad de su hijo en la pintura. El padre estaba tan
atrapado por la expresión de los ojos de su hijo que los suyos propios se
arrasaron de lágrimas.
Le agradeció al joven soldado y ofreció pagarle por el cuadro. “¡Oh
no, Señor, yo nunca podría pagarle lo
que su hijo hizo por mí! ¡Es un regalo!” El padre colgó el retrato
arriba de la repisa de su chimenea.
Cada vez que los visitantes e invitados llegaban a su casa, les
mostraba el retrato de su hijo antes de mostrar su famosa galería.
El hombre murió y unos meses más tarde se anunció una subasta con
todas las pinturas que poseía. Mucha gente importante e influyente acudió con
grandes expectativas de hacerse con un famoso cuadro de la colección.
Sobre la plataforma estaba el retrato del hijo.
El subastador golpeó su mazo para dar inicio a la subasta:
"Empezaremos los remates con este retrato del hijo, ¿quién ofrece por
este retrato?" Hubo un gran silencio. Entonces una voz del fondo de la
habitación grito: "Queremos ver las pinturas famosas, olvídese de
esa".
Sin embargo el subastador persistió: "¿Alguien ofrece algo por
esta pintura? ¿$100.00? ¿$200.00?"
Otra voz gritó con enojo: "No venimos por esa pintura, venimos por...
los Van Goghs, los Rembrandts. Vamos a las ofertas de verdad".
Pero aun así el subastador continuaba su labor: "El Hijo, El
Hijo, El Hijo... ¿Quién se lleva El hijo?"
Finalmente una voz se oyó desde atrás, el viejo jardinero del padre y
del hijo. Siendo un hombre muy pobre, ofreció lo único que podía ofrecer,
$10.
"Tenemos $10 ¿Quién da $20?", grito el subastador."
La multitud se estaba enojando mucho. No querían la pintura
de "El Hijo". Querían las que representaban una valiosa inversión
para sus propias colecciones. El subastador golpeó por fin el mazo: "Va
una, van dos, VENDIDA por $10".
"¡Empecemos con la colección!", gritó uno. El subastador
soltó su mazo y dijo: "Lo siento mucho, damas y
caballeros, pero la subasta llego a su final"
Pero, ¿y las pinturas?", dijeron los interesados.
"Lo siento", contestó el subastador: "Cuando me
llamaron para conducir esta Subasta, me dijeron de un secreto estipulado en el
testamento del dueño."
Yo no tenía permitido revelar esta estipulación hasta este preciso
momento. Solamente la pintura de "EL HIJO" sería subastada. Aquel que
la aceptara heredaría absolutamente todas las posesiones de este hombre,
incluyendo las famosas pinturas.
El hombre que aceptó quedarse con "EL HIJO", se queda con TODO".
¿Qué podemos
rescatar del cuento? En nuestra vida, ¿a qué valoramos?
¿Qué se
entiende cuando el cuento dice, “el que se queda con el hijo se queda con
todo”?
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