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domingo, 6 de mayo de 2012

CATEQUESIS VI DOMINGO DE PASCUA (B)

Dinámica del Encuentro: Preparar, en un papel rojo, el recorte de un corazón (padres y niños).
La pregunta disparadora para la catequesis es:

¿Qué es el amor?

Después de la puesta en común.
Escuchemos atentamente un pequeño cuento que nos ayudará a pensar en nuestro tema de catequesis.

LOS DOS HERMANOS

No hace mucho tiempo, dos hermanos que vivían en granjas adyacentes cayeron en un conflicto. Este fue el primer conflicto serio que tenían en 40 años de cultivar juntos hombro a hombro, compartiendo maquinaria e intercambiando cosechas y bienes en forma continua. Esta larga y beneficiosa colaboración terminó repentinamente. Comenzó con un pequeño malentendido y fue creciendo hasta llegar a ser una diferencia mayor entre ellos, hasta que explotó en un intercambio de palabras amargas seguido de semanas de silencio y separación entre ellos.
Una mañana alguien llamó a la puerta de Luis. Al abrir la puerta, encontró a un hombre con herramientas de carpintero.
-"Estoy buscando trabajo por unos días", dijo el extraño, "quizás usted requiera algunas pequeñas reparaciones aquí en su granja y yo pueda ser de ayuda en eso".
-"Sí", dijo el mayor de los hermanos, "Tengo un trabajo para usted. Mire al otro lado del arroyo aquella granja, ahí vive mi vecino, bueno, de hecho es mi hermano menor. La semana pasada había una hermosa pradera entre nosotros y él con mucho esfuerzo desvió el cauce del arroyo para que quedara entre nosotros. Bueno, él pudo haber hecho esto para enfurecerme, pero le voy a hacer una mejor. ¿Ve usted aquella pila de desechos de madera junto al granero? Quiero que construya una cerca, una cerca de dos metros de alto, no quiero verlo nunca más."
El carpintero le dijo: "Creo que comprendo la situación. Muéstreme donde están los clavos y la pala para hacer los hoyos de los postes y le entregaré un trabajo que lo dejará satisfecho." El hermano mayor le ayudó al carpintero a reunir todos los materiales y dejó la granja por el resto del día para ir por provisiones al pueblo. El carpintero trabajó duro todo el día midiendo, cortando, clavando. Al atardecer, cuando el granjero regresó, el carpintero justo había terminado su trabajo.  El granjero quedó con los ojos completamente abiertos, su quijada cayó. ¡No había ninguna cerca de dos metros! En su lugar había un puente. ¡Un puente que unía las dos granjas a través del arroyo! Era una fina pieza de arte, con todo y pasamanos. En ese momento, su vecino, su hermano menor, vino desde su granja y abrazando a su hermano le dijo: -"¡Eres un gran tipo, mira que construir este hermoso puente después de lo que he hecho y dicho!". Estaban en su reconciliación los dos hermanos, cuando vieron que el carpintero tomaba sus herramientas. -"¡No, espera!", le dijo el hermano mayor. "Quédate unos cuantos días. Tengo muchos proyectos para ti", le dijo el hermano mayor al carpintero. -"Me gustaría quedarme", dijo el carpintero, "pero tengo muchos puentes por construir".

¿Qué nos llama la atención en el cuento?
¿Podemos relacionarlo con lo dicho entre nosotros?

Veamos lo que nos dice Jesús en el Evangelio de hoy: Juan 15, 9 – 17

Explicación: NIÑOS
Vamos a descubrir dos secretos que Dios ha guardado y que se nos revela hoy.
La palabra de Dios no sólo nos dice quién es el Señor sino quiénes somos nosotros y cuál es nuestra relación con él y con los hermanos.
Ya hemos escuchado en otros momentos:  Yo soy el buen Pastor y doy mi vida por mis ovejas; por ustedes. Yo soy la vid verdadera, si no permanecen en mi no pueden dar fruto. Hoy, el Señor nos dice: "Ya no les llamo siervos, a ustedes les llamo amigos".
Jesús es el amigo de la infancia, de la juventud y de siempre. Jesús es el amigo que viene a contarnos su gran secreto. Y el secreto que nos confía Jesús no es para ser guardado sino para ser publicado a los cuatro vientos. El secreto de Jesús es el más importante para nuestra vida: SOMOS AMADOS POR ÉL COMO NADIE NOS AMA IGUAL.
 Te a voy a decir un secreto: vos tenés un enamorado. No te asustes. Aunque seas un niño no importa, tenés un enamorado. Tu papá también tiene una persona que lo ama mucho y no es tu mamá, pero también tu mamá tiene una persona que la ama mucho y que no es tu papá, tampoco vos. El enamorado de ustedes es Dios y Él nos ama en su Hijo Jesús.
"A ustedes les he dado a conocer a mi Padre. Y mi Padre es Amor". "Permanezcan en mi Amor".
Este es el enamorado que todos tenemos: Dios Padre.
Este Padre nos dio a su hijo para decirnos su amor y para demostrarlo con la prueba de la sangre. "No hay amor más grande que el que dar la vida por los amigos". ¿Se acuerdan de las marcas del amor que Jesús le mostró a Tomás?
Este es el amor grande y apasionado de nuestro amigo Jesús: murió por amor y sigue vivo y resucitado para seguir amándonos.

Cuando uno se enamora se fija en algún detalle del otro: la forma de vestirse, la sonrisa, la mirada, su forma de ser, etc. ¿En qué Dios se ha fijado para que se enamore de nosotros? Seguro que no fue en tu ropa, ni la sonrisa, ni la mirada. Dios se ha fijado en tu corazón.
Un corazón hecho para amar, no odiar; un corazón hecho para perdonar, no guardar rencor; un corazón hecho para estar abierto, no cerrado. Un corazón para estar unido a otro corazón, porque somos hermanos. Éste es el segundo secreto de Dios. Nos creó a nosotros para amarnos como hermanos. Somos hermanos y por eso no debemos tener malos sentimientos, ni prejuicios, ni criticarnos, ni odiarnos ni estar separados. ¿Se acuerdan del cuento?



PADRES: Se puede aprovechar mucho de la catequesis para los niños.
(Después de la lectura del cuento, reflexión y la lectura del evangelio).

El evangelio de hoy habla de amor, como acabamos de escuchar. Por eso comenzamos nuestra catequesis escribiendo y compartiendo lo que pensamos sobre el amor; no sólo lo que pensamos, sino cómo sentimos el amor, qué es el amor.
¿Se acuerdan ustedes qué cosa les hizo enamorar de la persona que eligieron para formar una familia?

Dice un escritor que el enamoramiento es cuestión de atención. Uno fija su atención en un detalle de una persona: como se viste, unas pestañas grandes, una oreja redondita, unos ojos verdes, la forma de ser, una linda sonrisa… ustedes saben de eso, y surge el flechazo. Y la atención queda grabada en ese puntito insignificante para siempre. ¿Y en qué detalles se ha fijado Dios para enamorarse de mí?
No en tu estatura, ni en tu color, ni en tu ropa, ni en tus ojos…
Dios se ha fijado en tu corazón, que Él hizo para amarle a El y a los hermanos.
Dios es amor y eres amado por Dios.
Dios es amor y te ha elegido a vos, aunque no le hayas respondido todavía.
Este es el secreto de Dios, de Jesús, de su palabra. Secreto contado a los cuatro vientos en todas las iglesias del mundo.
"Permanezcan en mi amor. Amen como yo les amo". Qué difícil, ¿no?
El egoísmo, la pasión, el instinto, la soledad, la carne nos llevan muchas veces a pensar el amor de otra forma. Los medios de comunicación muestran al amor como un comercio. Pero Jesús dice: "Amen como yo les he amado". Entregando la vida por los demás.
La semana anterior, la Liturgia nos presentó la parábola de la vid y los sarmientos, este domingo continuamos dentro del mismo capítulo del Evangelio según San Juan que nos pone de manifiesto que la vida cristiana, vivida según el mandamiento nuevo de Cristo, es la que realmente puede llevar a los hombres a una verdadera unión y comunión, y que ésta es fruto del misterio de Cristo, como dice San Pablo: "...Cristo ha destruido el muro de odio que separaba a los hombres...", esto es por medio de su muerte en la cruz y por su victoriosa resurrección: el AMOR.
Podemos decir que el amor cristiano no tiene otro modelo sino aquel que le ha manifestado su Buen Pastor. En un sentido común, el 'amor' y el 'mandamiento' parecen contraponerse, sin embargo, Cristo hace presente en el Evangelio que entre el 'mandamiento' y el 'amor no hay ningún sentido de contradicción. Más aun, tienen una estrecha relación como la de causa-efecto.
¿Qué pasa si prendemos un fósforo cerca de la hornalla de la cocina abierta? Y de hecho lo hacemos. Se prende fuego. ¿Qué pasa si dejamos que el agua en el fuego pase de los 100 grados? No sirve para el mate, el agua se hierve. Esta es la relación causa-efecto. Amor y mandamiento se complementan, el mandamiento gana su pleno sentido en el amor. Uno es la letra y el otro es el espíritu. Como el cuerpo y el alma. El cuerpo sin el alma es cadáver, no sirve para nada, no tiene vida. El mandamiento sin el amor es obligación, en cambio el mandamiento con el amor es libertad.
Al respecto nos dice el Papa Benedicto XVI: "… La fe no significa sólo aceptar un cierto número de verdades abstractas sobre los misterios de Dios, del hombre, de la vida y de la muerte, de las realidades futuras. La fe consiste en una relación íntima con Cristo, una relación basada en el amor de Aquél que nos ha amado antes (Cf. 1Jn 4, 11), hasta la entrega total de sí mismo. "La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros" (Rm 5, 8). ¿Qué otra respuesta podemos dar a un amor tan grande, sino un corazón abierto y dispuesto a amar? Pero, ¿qué quiere decir amar a Cristo? Quiere decir fiarse de Él, incluso en la hora de la prueba, seguirle fielmente incluso en el Vía Crucis, con la esperanza de que pronto llegará la mañana de la resurrección. Si confiamos en Él no perdemos nada, sino que ganamos todo. Nuestra vida adquiere en sus manos su verdadero sentido. El amor por Cristo se expresa con la voluntad de poner en sintonía la propia vida con los pensamientos y los sentimientos de su Corazón. Amarlo quiere decir permanecer en diálogo con Él, para conocer su voluntad y realizarla prontamente…" (Benedicto XVI, Homilía, Varsovia, 26 de mayo de 2006)
¿Alguna vez ya nos sentimos tan amados en la vida? Es incomparable es amor que Dios tiene por cada uno de nosotros. Totalmente diferente del amor de padre, madre, hermanos, marido o mujer, de hijo, de amigos. Es un amor eterno, sin fin, sin nada en cambio. Cuando amamos es muy común que esperemos de la otra parte correspondencia o que haga demostraciones de su amor. Dios nos ama, porque nos amó primero.

Del Evangelio:

"Permanezcan en mi amor". En esta Pascua Cristo nos ha manifestado más clara e intensamente su amor. Y ahora nos invita a permanecer bajo el influjo de su amor. En realidad podemos decir que toda la vida del cristiano se resume en dejarse amar por Dios. Dios nos amó primero. Nos entregó a su Hijo como víctima por nuestros pecados. Y el secreto del cristiano es descubrir este amor y permanecer en él, vivir de él. Sólo la certeza de ser amados por Dios puede sostener una vida. No sólo "hemos sido" amados, sino que "somos" amados continuamente, en toda circunstancia y situación. Y se trata de permanecer en su amor, de no salirnos de la órbita de su amor que permanece amándonos siempre, que nos rodea, que nos persigue, que está siempre volcado sobre nosotros.

"Ámense unos a otros". Sólo el que permanece en su amor puede amar a los demás como Él nos ama. El amor de Cristo transforma al que lo recibe. El que de veras acoge el amor de Cristo se hace capaz de amar a los demás, pues el amor de Cristo es eficaz. Lo mismo que Él nos ama con el amor que recibe de su Padre, nosotros amamos a los demás con el amor que recibimos de Él. La caridad para con el prójimo es el signo más claro de la presencia de Cristo en nosotros y la demostración más palpable del poder del Resucitado.

"Como yo les he amado". Sabemos que tenemos que amar al prójimo. Pero tal vez no meditamos tanto en la calidad de ese amor, en ese "como yo". La medida del amor al hermano es dar la vida por él como Cristo la ha dado, gastar la vida por los demás día tras día. Mientras no lleguemos a eso hemos de considerarnos en déficit. Cristo resucitado, viviendo en nosotros por la gracia, nos capacita y nos impulsa a amar "como Él".
Dios infunde en nosotros su misma caridad. Por eso nuestro amor, si es auténtico, debe ser semejante al de Dios. Y Dios ama dando la vida: el Padre nos da a su Hijo; Cristo se entrega a sí mismo, ambos nos comunican el Espíritu. La caridad no consiste tanto en dar cuanto en darse, en dar la propia vida por aquellos a quienes se ama; y eso hasta el final, hasta el extremo, como ha hecho Cristo y como quiere hacer también en nosotros: «Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos». El amor de Cristo es de este calibre. Y el amor a los demás, que Cristo quiere producir en nosotros, también.

"Les llamo amigos". Cristo resucitado, vivo y presente, nos llama y nos atrae a su amistad. Ante todo, busca una intimidad creciente con cada uno de nosotros. Nos ha contado todos sus secretos, nos ha introducido en la intimidad del Padre. Y es una amistad que va en serio: la ha demostrado dando la vida por los que eran enemigos y convirtiéndolos en amigos. A la luz de la Pascua hemos de examinar si nuestra vida circula por los cauces de la verdadera amistad e intimidad con Cristo o –por el contrario– todavía le vemos distante, lejano. Y si correspondemos a esta amistad con la fidelidad a sus mandamientos.

"Yo les he elegido". Los amigos se eligen mutuamente, pero con Jesús no es así: el Hijo, siempre más grande que nosotros, nos llama "amigos suyos", nunca se llama a sí mismo "amigo nuestro", menos aún "compañero", "colega" o cosas por el estilo. Además, el alumno de los rabinos podía elegir un maestro entre los diversos escribas; pero no se es discípulo de Jesús por decisión propia, sino porque Él nos ha elegido. Nuestra fe, nuestro ser cristiano, no depende primera ni principalmente de una opción que nosotros hayamos hecho. Ante todo, hemos sido elegidos, personalmente, con nombre y apellidos. Cristo se ha adelantado a lo que yo pudiera pensar, querer o hacer, ha tomado la iniciativa, me ha elegido Él. Ahí está la clave de todo, esa es la raíz de nuestra identidad. Y es preciso agradecer y dejarnos sorprender continuamente por esta elección libre y gratuita de Dios, "Él nos amó primero" (1Jn 4,19).

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