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jueves, 1 de noviembre de 2012

CATEQUESIS DOMINGO 31 DEL AÑO (B)


DOMINGO 31 DEL AÑO (B)
 “Jesús nos invita a escuchar la voz de dios 
para vivir sus mandamientos”

Liturgia:
Deuteronomio 6, 2-6; Carta a los Hebreos 7, 23-28;
Marcos 12, 28b-34

Introducción:
Así como en situaciones anteriores Jesús fue interpelado por fariseos, doctores de la ley, por el joven rico con diversas preguntas copiosas, Marcos coloca en escena un hombre que parece interrogar a Jesús con recta intención, aunque sea limitada. Es un escriba, un teólogo podríamos decir, que quiere corroborar cuál mandamiento Jesús considera como primero, más importante. Jesús le responde con la primera frase del “Shemá Israel” (escucha Israel), poniendo en relieve que debemos escuchar con atención todos los días el gran amor de Dios que nos habla de diferentes maneras en nuestro cotidiano.

Escuchemos el cuento y pensemos qué enseñanza nos puede traer para que vivamos lo que Jesús nos trae como buena noticia:

Erase una vez, en un pequeño pueblo, una señora llamada Ana, mujer muy responsable en sus tareas y muy religiosa. Todos la admiraban por su gran fe y amor a Dios. La responsabilidad que ella tenía en las cosas sociales la trasladaba a las cosas de Dios, de modo que todos los días iba a la iglesia y rezaba como dos hora allí frente al santísimo. Salía de la iglesia e iba a su casa, preparaba el almuerzo y esperaba a su marido e hijos para comer con mucha alegría.
A la tarde salía otra vez para las reuniones de grupos que participaba, todos los días una reunión de un grupo diferente, participaba de la misa y volvía a su casa a prepararles la cena a sus familiares.
Doña Ana pasó muchos años en esta rutina, haciendo sus quehaceres de la casa y las cosas de la iglesia por amor a Dios. Se sentía orgullosa por amar tanto a Dios y disponer de su tiempo para su servicio rezando, en las reuniones de grupo y la participación de la misa.
Doña Ana un día se enfermó y no pudo recuperarse, partió de este mundo y se fue al cielo. Llegando en el cielo estaba San Pedro, el portero con las llaves en su mano. Doña Ana con una gran sonrisa le dijo a San Pedro:
- Buen día, San Pedro, permiso, que me encontraré con mi Señor.
San Pedro le dijo:
- Usted no puede entrar todavía.
- ¿Por qué no? Le preguntó Doña Ana. Si toda mi vida dediqué mi tiempo a Dios, lo amé con toda mi alma, con todo mi espíritu, con toda mi fuerza y con todo mi entendimiento. Recé todos los días y me encomendaba a él, hice reuniones de grupos, comulgué diariamente.
San Pedro le dijo:
- Este es el problema. Comprendo que hiciste todo por amor a Dios y reconozco que eres una mujer de mucha fe. Toda la vida hiciste todo pensando en Dios y por amor a Él realizaste muchas cosas en la Iglesia, pero no aprendiste a ser Iglesia. Aún más, te olvidaste que estaban tus hermanos que te necesitaban. Hay en ti un gran amor a Dios, pero no demostraste un gran amor a tus hermanos. Mientras estabas en las reuniones tu vecino agonizaba y no lo fuiste a visitar; mientras participabas de las misas diarias no te diste cuenta que la mujer que se sentaba todos los días al lado tuyo necesitaba de palabras de aliento y una persona que la escuche. Mientras rezabas todos los días al santísimo, no reconociste nunca tu pecado por omisión en el servicio y amor al prójimo.
Así que a usted, Doña Ana, Dios ha dado una nueva oportunidad. Vuelvas a la tierra y aprendas la otra parte de los mandamientos de Dios.
Doña Ana volvió a la tierra y ya no estaba en la iglesia rezando como todos los días lo hacía, sino que mientras visitaba a los enfermos, en las casas y hospitales, hacía con ellos sus oraciones; ya no participaba de tantos grupos, sino que se dedicó a cada persona que necesitaba de su servicio en esta hora antes de la misa y cuando participaba de la misa diaria, ya no la ofrecía por sí misma sino por todos los enfermos y necesitados de su pueblo. Se dio cuenta que amar a Dios sin amar a los hermanos es no cumplir con la voluntad de Dios.

¿Qué realidad nos muestra el cuento?
Doña Ana, ¿cómo vivía los mandamientos?
¿En qué se había equivocado Doña Ana? Nosotros, ¿cómo vivimos los mandamientos?

CATEQUESIS PARA PADRES
Jerusalén es el lugar en el que se debe manifestar el Mesías, restaurando la Ley y la justicia en Israel. Como centro de la enseñanza de Jesús en Jerusalén, dirigida a diversos sectores del judaísmo (Mc 11, 27), está la enseñanza del primer mandamiento. Como en las discusiones anteriores, también en el evangelio de hoy el punto de partida es la pregunta de un teólogo. La respuesta de Jesús es, inicialmente, apenas un reflejo de la teología tradicional. Tal teología nos invita a escuchar al Señor, porque sólo a través de la escucha se puede saber cuál es el deseo de Dios y la cita del Libro del Deuteronomio nos dice que no hay otro deseo sino reinar en el corazón del hombre. Las primeras palabras son: “Escucha, Israel” y sigue con las características: él es nuestro Dios y es único (Deut 6, 4). Sigue diciendo, “por eso ama al Señor….”

Escuchemos el Evangelio de este domingo Marcos 12, 28b-34
¿Cómo podemos relacionar el evangelio con la vida de Doña Ana del cuento?


LA CATEQUESIS COMPLETA EN DESCARGAS

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