DOMINGO
31 DEL AÑO (B)
“Jesús nos invita a escuchar la voz de dios
para vivir sus mandamientos”
Liturgia:
Deuteronomio 6, 2-6; Carta a los Hebreos 7,
23-28;
Marcos 12, 28b-34
Marcos 12, 28b-34
Introducción:
Así
como en situaciones anteriores Jesús fue interpelado por fariseos, doctores de
la ley, por el joven rico con diversas preguntas copiosas, Marcos coloca en
escena un hombre que parece interrogar a Jesús con recta intención, aunque sea
limitada. Es un escriba, un teólogo podríamos decir, que quiere corroborar cuál
mandamiento Jesús considera como primero, más importante. Jesús le responde con
la primera frase del “Shemá Israel” (escucha Israel), poniendo en relieve que
debemos escuchar con atención todos los días el gran amor de Dios que nos habla
de diferentes maneras en nuestro cotidiano.
Escuchemos
el cuento y pensemos qué enseñanza nos puede traer para que vivamos lo que
Jesús nos trae como buena noticia:
Erase una vez, en un pequeño
pueblo, una señora llamada Ana, mujer muy responsable en sus tareas y muy religiosa.
Todos la admiraban por su gran fe y amor a Dios. La responsabilidad que ella
tenía en las cosas sociales la trasladaba a las cosas de Dios, de modo que
todos los días iba a la iglesia y rezaba como dos hora allí frente al santísimo.
Salía de la iglesia e iba a su casa, preparaba el almuerzo y esperaba a su
marido e hijos para comer con mucha alegría.
A la tarde salía otra vez para
las reuniones de grupos que participaba, todos los días una reunión de un grupo
diferente, participaba de la misa y volvía a su casa a prepararles la cena a
sus familiares.
Doña Ana pasó muchos años en esta
rutina, haciendo sus quehaceres de la casa y las cosas de la iglesia por amor a
Dios. Se sentía orgullosa por amar tanto a Dios y disponer de su tiempo para su
servicio rezando, en las reuniones de grupo y la participación de la misa.
Doña Ana un día se enfermó y no pudo
recuperarse, partió de este mundo y se fue al cielo. Llegando en el cielo
estaba San Pedro, el portero con las llaves en su mano. Doña Ana con una gran
sonrisa le dijo a San Pedro:
- Buen día, San Pedro, permiso,
que me encontraré con mi Señor.
San Pedro le dijo:
- Usted no puede entrar todavía.
- ¿Por qué no? Le preguntó Doña
Ana. Si toda mi vida dediqué mi tiempo a Dios, lo amé con toda mi alma, con
todo mi espíritu, con toda mi fuerza y con todo mi entendimiento. Recé todos
los días y me encomendaba a él, hice reuniones de grupos, comulgué diariamente.
San Pedro le dijo:
- Este es el problema. Comprendo
que hiciste todo por amor a Dios y reconozco que eres una mujer de mucha fe.
Toda la vida hiciste todo pensando en Dios y por amor a Él realizaste muchas
cosas en la Iglesia, pero no aprendiste a ser Iglesia. Aún más, te olvidaste
que estaban tus hermanos que te necesitaban. Hay en ti un gran amor a Dios, pero
no demostraste un gran amor a tus hermanos. Mientras estabas en las reuniones
tu vecino agonizaba y no lo fuiste a visitar; mientras participabas de las
misas diarias no te diste cuenta que la mujer que se sentaba todos los días al
lado tuyo necesitaba de palabras de aliento y una persona que la escuche.
Mientras rezabas todos los días al santísimo, no reconociste nunca tu pecado
por omisión en el servicio y amor al prójimo.
Así que a usted, Doña Ana, Dios
ha dado una nueva oportunidad. Vuelvas a la tierra y aprendas la otra parte de
los mandamientos de Dios.
Doña Ana volvió a la tierra y ya
no estaba en la iglesia rezando como todos los días lo hacía, sino que mientras
visitaba a los enfermos, en las casas y hospitales, hacía con ellos sus
oraciones; ya no participaba de tantos grupos, sino que se dedicó a cada
persona que necesitaba de su servicio en esta hora antes de la misa y cuando
participaba de la misa diaria, ya no la ofrecía por sí misma sino por todos los
enfermos y necesitados de su pueblo. Se dio cuenta que amar a Dios sin amar a
los hermanos es no cumplir con la voluntad de Dios.
¿Qué
realidad nos muestra el cuento?
Doña
Ana, ¿cómo vivía los mandamientos?
¿En
qué se había equivocado Doña Ana? Nosotros, ¿cómo vivimos los mandamientos?
CATEQUESIS
PARA PADRES
Jerusalén
es el lugar en el que se debe manifestar el Mesías, restaurando la Ley y la
justicia en Israel. Como centro de la enseñanza de Jesús en Jerusalén, dirigida
a diversos sectores del judaísmo (Mc 11, 27), está la enseñanza del primer
mandamiento. Como en las discusiones anteriores, también en el evangelio de hoy
el punto de partida es la pregunta de un teólogo. La respuesta de Jesús es,
inicialmente, apenas un reflejo de la teología tradicional. Tal teología nos
invita a escuchar al Señor, porque sólo a través de la escucha se puede saber
cuál es el deseo de Dios y la cita del Libro del Deuteronomio nos dice que no
hay otro deseo sino reinar en el corazón del hombre. Las primeras palabras son:
“Escucha, Israel” y sigue con las características: él es nuestro Dios y es
único (Deut 6, 4). Sigue diciendo, “por eso ama al Señor….”
Escuchemos el Evangelio de este
domingo Marcos 12, 28b-34
¿Cómo
podemos relacionar el evangelio con la vida de Doña Ana del cuento?
LA CATEQUESIS COMPLETA EN DESCARGAS
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