DOMINGO
21 DEL AÑO (B)
“¿A QUIÉN IREMOS, Qué OPCIÓN HAREMOS?”
Liturgia:
Josué 24, 1-2.15-17.18; Efesios 5, 21-32;
Juan 6, 60-69
Juan 6, 60-69
Introducción:
En todo el discurso de
Jesús sobre el Pan de vida vimos cómo los judíos estaban ciegos de
entendimiento y no consiguieron ver la manifestación de Dios en los signos
realizados por su Hijo. La semana pasada, en la conclusión del discurso Jesús
ya nos deja una opción cuando dice que el que coma de su Cuerpo y beba de su
Sangre tendrá vida eterna y vida en Él, en contrapartida, el que no coma no
tendrá vida eterna. Nos deja la opción a elegir: Vivir o no vivir en él. Es la
misma opción que nos dejó Dios en AT, en la creación: Delante de ti pongo la
vida y la muerte, tenés que saber elegir (cf. Gén 2, 17; Deut 11, 26; Deut 30,
15).
Las enseñanzas de Jesús
parecen ser duras también para muchos de los que lo seguían. Es la condición de
elegir lo que muchas veces nos hace desistir de lo bueno. Hay algo que tenemos
que aprender y llevar para toda la vida, la vida es una elección y no todo es
posible. No podemos querer abarcarlo todo. El evangelio de este domingo nos
dejará como enseñanza que no podemos seguir a Jesús para vivir en él y tener
vida eterna si nuestra opción por él es a medias.
La historia que vamos a escuchar nos dará una
noción de cómo debemos saber elegir en la vida, escuchémosla:
Cuenta una vieja historia, entre
los musulmanes, que había un rey fabulosamente rico. A su muerte legó todo lo
que poseía a Yusuf, su leal esclavo.
Estableció una sola condición:
que primero le sea concedido a cada uno de sus cuatro hijos de elegir alguna
cosa de valor, lo que fuere.
Cada uno de los príncipes pidió
lo que creía más conveniente. El mayor decidió por el palacio real, el segundo
por un magnifico jardín flotante, el tercero optó por el deslumbrante trono
adornado con piedras preciosas de incalculable valor. Los tres se lamentaron de
que el resto fuera a parar a manos del esclavo Yusuf.
Faltaba el cuarto hermano, el
menor, que nada había dicho. Se levantó y expresó con firmeza y serenidad
¡quiero al esclavo Yusuf!
Un grito de asombro se elevó
entre todos lo que componían la asamblea testamentaria: jueces, cortesanos y
guerreros. A todos les pareció una elección extravagante.
El muchacho había elegido al
viejo Yusuf como si fuese un objeto de valor.
Pero la posesión del esclavo
implicaba el dominio de todo lo que el rey le había legado. La ley vigente
sobre la esclavitud ordenaba que todo el patrimonio de Yusuf fuese propiedad
legitima del joven, ahora dueño de la mayoría de los tesoros de su difunto
padre, además de tener también un fiel sirviente.
¿Qué
les pareció el cuento? ¿Cuál de los cuatro hijos eligió lo más importante?
En
nuestra vida la elección entre dos o más cosas viene a menudo. En la vida de
cristiano tenemos que aprender a hacer una elección, una opción por la cosas de
Dios. Elegir a Jesús es elegirlo todo, la alegría, el gozo, la luz, el Pan, el
Camino, el descanso, la Vida y la gloria.
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