Cualquier esquema puede ser útil para una celebración. Aquí sugiero uno que, en mi experiencia, ha resultado apropiado y puede adaptarse con facilidad a cualquier tipo de celebración.
Después de cada celebración, es conveniente que los catequistas hagan su propia evaluación de la misma, siguiendo esta guía u otra similar:
- Ambientación: se ubica a los niños y participantes y se les da la bienvenida. Se les recuerda lo que se va a celebrar y con qué fin están reunidos. Si los niños entran en procesión habrá que esperar a que estén colocados.
- Canto de entrada: relacionado con el contenido de lo que se celebra.
- Ritos iniciales: señal de la cruz, pedir perdón por las faltas cometidas, etc.
- Proclamación de la Palabra de Dios: de manera digna y clara se proclama la Palabra. Se debe elegir una sola lectura, breve; no necesariamente del Evangelio. Si lo es, previamente se canta el aleluya. Los niños pueden permanecer sentados respetuosamente.
- Explicación de la Palabra: muy breve, sencilla y adaptada al nivel de los niños.
- Tiempo para la oración personal: es el momento de rezar, de hacer silencio y recogerse interiormente para hablar con Dios.
- Signos, gestos, símbolos, posturas, ritos...: en este momento los niños realizarán el signo o gesto elegido: ofrenda de regalos preparados para Dios, entrega de flores a la Virgen, escenificar un pasaje evangélico, besar una imagen procesionalmente, bailar en torno a una imagen, etc. Mientras tanto, se puede acompañar el signo con una canción relacionada con lo que está sucediendo.
- Compromiso personal y de grupo: muchas veces va incluido en el paso anterior; otras se puede expresar en voz alta, comprometiéndose delante de la comunidad.
- Ritos finales o de despedida: saludo, bendición final (aunque seamos simples laicos, sin rango de ministros, podemos invitar a la asamblea a acoger la bendición de Dios con la siguiente fórmula o alguna parecida: "Que a todos nos bendiga Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén."
- Canto de salida: la canción final conviene que tenga aires de fiesta y marcado ritmo.
Después de cada celebración, es conveniente que los catequistas hagan su propia evaluación de la misma, siguiendo esta guía u otra similar:
- ¿Se ha cumplido el objetivo de la celebración?
- ¿Qué ha sido lo mejor? ¿Qué ha fallado?
- ¿Se ha destacado la Palabra de Dios como parte fundamental?
- ¿Ha habido clima de oración?
- ¿Han participaron los niños? ¿En qué se ha notado?
- ¿Se ha logrado el clima de fiesta?
- ¿El ambiente y los materiales han sido los apropiados?
- ¿Se ha dado unidad entre la Palabra de Dios, los cantos, los gestos, las oraciones y el compromiso?
(De la Serie «Los niños y la Liturgia», columna 9.ª)
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